Os Ancares, con sus más de 30 km de envergadura, es una de las zonas más desconocidas de toda España. Bucólica paz.

Límite occidental de la Cordillera Cantábrica, el sistema orográfico de Ancares es una sucesión de valles y cumbres con alturas que rozan los 2000 m, que constituyen a mi parecer la parte más original y hermosa de esta áspera y brava Galicia, extendiéndose al tiempo por León.

Es un terreno de sorpresas, de caminar despacio para perderse sin prisa por multitud de rincones endémicos, serpenteados por ríos rumoreando su habla secreta que acaso sólo entienden los álamos, alisos y fresnos que los guardan.
Geológicamente abundan pizarras y cuarcitas con alguna gran veta de granito.
Sus ríos son encajonados abriéndose paso entre montañas de empinadas laderas. Viejas montañas redondeadas por la erosión (emergieron hace 600 mil años y escaladas por los glaciares (hace 200 mil años), cubriendo todo el paisaje de abruptos valles y riachuelos.
Fuentes: con aguas ferruginosas a las que la sabiduría popular atribuye propiedades curativas.
Clima: Ancares principalmente es un espacio de media montaña lleno de contrastes. Contrastes climáticos que se convierten a partir de los 1700 m en alta montaña donde se dan fenómenos asociados a la congelación del suelo.
El contraste entre las alturas de sus montañas y la profundidad de sus valles, realza la belleza de sus paisajes.
La variable y mudable vegetación depende del paso de las estaciones.
- En primavera botan multitud de regatos por doquier, alimentando del color verde intenso de los prados y el más tenue de los brotes jóvenes del bosque. Los tintos y blancos de los brezos, los amarillos del tojo y hiniesta quedan enmarcados por las cumbres aún nevadas de sus picos.
- En verano cunde el verde fuerte de sus bosques con las altas praderías agostadas, pero con el verde intenso de sus prados y huertas de regadío.
- En otoño, festival de matices en la gama de los pardos, amarillos y ocres de los bosques caducifolios, alternando con el verde oscuro de los bosques perennes y los prados brotando de nuevo.
- En invierno, lejos de ser una estación triste tiene su propio encanto con sus primeras nevadas sobre los colores grisáceos de los caducifolios. Troncos con sus ramas cubiertas de musgos y líquenes. Cuando las nevadas aumentan, hacen un paisaje menos quebrado y más suave en ondulaciones.
Visitar Ancares es recorrer despacio sus valles, adentrarse en sus aldeas para a veces charlar con sus gentes, siempre amables y otras veces respirar la magia y la tristeza que emana de una aldea abandonada.
Es recomendable, sí el tiempo y las fuerzas lo permiten, atravesar de un valle a otro, para contemplar constantemente nuevas perspectivas que surgen a nuestros pies.
Pallozas : Encontramos testimonios antiquísimos de la vida humana en el entorno de estas elevadas cumbres. Reina de la arquitectura tradicional de Ancares, las pallozas son un modelo de edificación rural de los más antiguos de España, con muros circulares adaptados a las circunstancias especiales del terreno en que se encuentran enclavadas. Viviendas que reunían hombres y animales bajo un mismo techo y en un mismo espacio. Los celtas son los probables constructores que nos hacen concebir estas construcciones como la cuna de los gallegos. Hoy, con el paso del tiempo, se resisten a morir, poniendo una nota única, pintoresca y romántica en Ancares.

Esta zona aún virgen (¿por cuánto tiempo?) constituye una preciada reserva natural (Red Natura 2000). Si quieres disfrutar de esta zona única y que los que vienen detrás sigan haciéndolo, sé respetuoso con el medio, sus gentes y sus formas, cuida la vegetación (el fuego es un auténtico verdugo para Ancares) y procura llevarte tus basuras.
El hecho de que se hayan conservado hasta hoy todas estas maravillas se debe a la secular incomunicación de esta comarca. Existen en Ancares hábitats naturales especialmente interesantes por su rareza.

Los Ancares se encuentran en la confluencia de dos mundos: el mediterráneo y el atlántico, lo cual forma su riqueza biológica y la gran biodiversidad de su vida silvestre.
Flora : Existen más de 1000 especies vegetales diferentes y es una de las áreas de mayor variedad de helechos de la península, alguno endémico.
Abundan plantas como la carqueixa, el arándano, la genciana, la hiniesta. En el monte bajo son ampliamente representativos los piornales y brezales.
Llaman la atención sus bosques, algunos bosques primitivos donde parece que el tiempo se ha detenido. Los venerados tejos (Taxus baccata). A cierta altura los acebos (Ilex aquifolium) de hoja perenne con sus flores blancas y sus frutos rojos que alimentan en sus espesos bosques a urogallos, aves, pequeños mamíferos. Los abedules (Betuna alba) con sus troncos blanquecinos.

También llamativos son los bosques de robles con ejemplares enormes y viejos (Quercus robur y Q. Petrea). En lugares sombríos y frescos crece el avellano (Corylus Avellana), hayas (Fagus sylvatica) en las alturas de colores verdes claros en primavera y oscuro en la madurez del otoño. Madroños en laderas sur. Alisos, salgueiros, fresnos en las orillas de límpidas corrientes de agua completando esta lista los serbales, cerezos bravos, arces y chopos. Sin olvidar, claro, alrededor de las aldeas los soutos de castaños centenarios.

Fauna : El más exótico es el urogallo de plumaje negro rojizo oculto en lo más intrínseco del bosque. El oso que llegó a desaparecer, vuelve tímidamente desde las reservas vecinas, prueba de existencia son los cortines: circulares que protegían las colmenas.
La perdiz roja y parda que se refugia entre los brezos. Abundan ranas (bermeja y patilarga), tritones (jaspeado e ibérico), la culebra lisa, la de collar y la viperina, la víbora de Seivane, el lagarto ocelado y el verdinegro. Rarezas y tesoros de la naturaleza como la lagartija serrana y de turbera.

También son habitantes de estos montes, el gato montés, el zorro, la gardunia, la nutria, la gineta, los tejones, comadrejas, martas, topos y ratones así como lobos, corzos, jabalís, rebecos, ciervos y cabra montesa. Surcan los aires las águilas culebreras, halcones, vencejos reales, cuervos nigromantes, águila real, milanos negros.
También son interesantes las rapaces nocturnas como el cárabo, el mochuelo, la lechuza, los azores y gavilanes y el búho real.
Otro ser inolvidable de Ancares es el Silencio con sus diferentes variantes, tonalidades y escalas. Es un mundo de silencios donde la música la ponen el viento y los arroyos, dándole la virtud de la humilde quietud a estos valles gallegos con sus lomas y quebradas sembradas de aldeas desperdigadas en las partes más insólitas.
Ancares no se distingue por sus monumentos, es tierra montaraz y caprichosa, partida por mil arroyos desparramados en mil direcciones, elevada hacia el cielo y donde la naturaleza manda mucho más que el hombre.
Ancares es otro mundo muy diferente. Por una parte, disfruta de una calidad de vida respecto a la que accede la mayor parte de la población europea obligada a vivir en absoluta desconexión con la naturaleza y sus raíces culturales. En nuestras manos tenemos la posibilidad de dejar a nuestros hijos una herencia de la que puedan sentirse orgullosos, con todas las peculiaridades que tanta personalidad otorga. Ancares tiene sobrados argumentos para entender la importancia de conservar, respetar y luchar por su desarrollo sostenible a pesar de ser una comarca rural desfavorecida en el tejido económico actual.
Conocer y valorar Ancares es una satisfacción, conservarlo es nuestra obligación.